Desenvainando mi espada Y empuñándola a mi corazón Te digo: -sin ti mi vida no vale nada porque eres la razón de mi existir, testigos de estas palabras tan solo: la encrucijada y mi vieja armadura que siempre me ha de servir-.
Guardo mi espada y ensillo mi corcel.
Cabalgo y cabalgo, Por lugares la cual nunca creí conocer.
Ya es media noche Y en un bosque me encuentro perdido -ahh, mi vida ya no tiene sentido-.
Desmonto mi corcel, Y con nudo del ahorcado Mi cordel En la rama de un árbol había dejado.
Mirandolo Cientos de lagrimas de lanzan Desde el trampolín de mis ojos, Mil sensaciones de dolor y martirio Despedazan Este humilde corazón que tan poco tiempo ha vivido.
La tristeza y el dolor Me insistían a usar el cordel.
Ya teniéndolo en mi cuello La soledad que ella ha dejado Me insita a tirar de el.
De repente Un grito bullicioso de recuerdos Invade mi mente: Sentado en su regazo Y dándonos un mutuo abrazo de amor; Sonrisas de un lado a otro Como si fuese un remolino de felicidad…
Tirado en la alfombra verde De aquel bosque y llorando de tristeza Este valiente la valentía pierde Frente a un cordel con nudo del ahorcado.
Al amanecer Ya con los ojos hincados de tanto llorar Tomo mi corcel Y comienzo a cabalgar.
No volveré a la casa mía, No volveré a estar allí dentro Porque se encuentra sola y fría Y mi madre recostada Ya no espera con ansío pensamiento Del hijo la llegada Porque…Ha muerto. |